Incurable
Te vi en la grieta del instante,
en la pausa
donde los relojes callan
y el aire olvida su nombre.
No hubo pacto ni palabra,
solo el roce ingrávido de una sombra
que aprendió mi cuerpo
sin haberlo tocado.
Desde ese dulce instante,
habitas en el borde de lo que no existe,
en la estela de un aroma sin dueño,
en la certeza de una herida
que no sabe dónde sangrar.
Nos separan los muros que levantamos
con nuestras propias manos,
y sin embargo,
a veces la noche nos junta
en un insomnio que no se atreve
a pronunciarse.
Eres fiebre de un sueño ajeno,
eco de un verso que nunca escribí,
la ausencia más real de todas.
Y yo,
sigo en esta condena dulce,
amando a la distancia de un suspiro
y muriendo en la exacta medida
de lo que jamás será.
