No sé si fue su voz o su sosiego,
lo que encendió mi centro más callado,
mas sé que en mí brotó, sin ser llamado,
un fuego dulce, mudo y sin sosiego.
No vino con rumor ni con apego,
vino desnudo, alto, transfigurado,
como visión que en sueño es revelado
y al alba deja aroma sin el ruego.
No toco lo que amo, y más lo siento;
más cerca está por no rozar su pecho,
más mío es cuanto más lo lleva el viento.
¿Será castigo o gracia este despecho?
Que gozo en padecer este tormento,
y hallo el cielo en mirar sin tener techo.