Hay una ternura que me toma por sorpresa cuando la pienso.
No me lo expliqué nunca del todo.
Simplemente un día estaba ahí: su voz, su forma de mirar sin apuro, su manera de habitar el mundo como quien todavía lo está descubriendo.
Y yo, con el cuerpo ya lleno de calendarios, me vi queriendo quedarme un rato más donde no debía estar.
No es que ella sea demasiado joven.
Es que yo ya estoy demasiado viejo
para los riesgos sin consecuencias.
Y sin embargo... ahí estaba.
Y acá estoy.
Hay una ternura que me toma por sorpresa cuando la pienso.
No la busqué, no me pertenece, no me autoriza.
Pero existe.
Y eso alcanza para complicarme el alma.
No sé si esto es amor o apenas un desvío emocional,
pero me habita como si lo fuera.
Como si todo lo demás se volviera ruido cuando aparece su voz en la cabeza.
Y no sé si seguir, si callar, si confesar.
Solo sé que ya no soy el mismo desde que la pienso.
