El grito hueco
Estoy solo.
Solo como un dios muerto,
como un planeta abandonado
donde ya no crecen ni las sombras.
Me hablan,
y sus voces atraviesan mi carne
sin quedarse,
como cuchillos que no sangran,
como plegarias sin dios.
Aquí, en esta prisión de carne,
me siento exiliado de mí mismo.
Un rostro que no reconozco
en un espejo sucio,
unas manos que tocan
pero no sienten,
una risa que brota
como el vómito de un cadáver.
Camino entre los vivos
como un forense de su propia alma,
hurgando en restos de emociones
que ya no me pertenecen.
Todo es ajeno,
todo es mentira.
El amor es un eco gastado,
la amistad una obra de teatro
donde olvido mis líneas,
donde aplauden
pero yo no escucho.
Y la soledad...
la soledad me crece adentro
como un tumor que nadie ve,
como un grito sin boca,
como la certeza
de que nunca,
nunca,
fui realmente parte de nada.
