Felipe Palma Quezada

Musa Inexistente.

Por qué será que la sigo amando sabiendo que ella no me recuerda, teniendo en cuenta que ya ni siquiera me ve.
Por qué será que de pronto vuelvo a perderme entre sus ojos, en ese gran océano de su mirar, tan solo para darme cuenta que sigo en tierra firme añorándola.
¡Cómo deseo que estuviera aquí, conmigo! Me pongo a pensar. Tomando mis manos y susurrando que me ama al oído. Así como antes, cuando aún no se había ido.
Preciosa mujer. Preciosa e inexistente.
Quisiera volver a sentir su suspirar en mi cuello, como lo sentía cuando bailábamos apretados... Buenos tiempos eran aquellos.
Sigo pensando y recuerdo el vaivén de sus caderas, su olor a miel y cuando entre sus brazos me pedía que no me apartara nunca de su ser.
La deseo y ya no está, y todavía sabiéndolo, pareciera que la oigo hablar.
La escucho diciéndome que me ama e incluso siento los abrazos que por la espalda me daba.
La espero, sabiendo que no vendrá.
La amo, sabiendo que no existe, y si lo hiciera, sé que no volvería jamás

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