A Laurita, amiga de mi hermana La luna está muerta, muerta; pero resucita en la primavera. Cuando en la frente de los chopos se rice el viento del sur.

Mamá, yo quiero ser de plata. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá.

Se ven desde las barandas, por el monte, monte, monte, mulos y sombras de mulos cargados de girasoles. Sus ojos en las umbrías

Si muero, dejad el balcón abierto. El niño come naranjas. (Desde mi balcón lo veo). El segador siega el trigo.

Hacia Roma caminan dos pelegrinos, a que los case el Papa, mamita, porque son primos,

Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran,

Salen los niños alegres de la escuela, poniendo en el aire tibio del abril canciones tiernas. ¡Qué alegría tiene el hondo

Viento del Este; un farol y el puñal en el corazón. La calle

Duérmete, niñito mío, que tu madre no está en casa; que se la llevó la Virgen de compañera a su casa.

La muchacha dorada se bañaba en el agua y el agua se doraba. Las algas y las ramas en sombra la asombraban

Árbol de Sangre riega la mañana por donde gime la recién parida. Su voz deja cristales en la herida y un gráfico de hueso en la ventan… Mientras la luz que viene fija y g…

En lo alto de aquel monte hay un arbolillo verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos

Los arqueros oscuros a Sevilla se acercan. Guadalquivir abierto. Anchos sombreros grises, largas capas lentas.

La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca