POEMA DE LA SIGUIRIYA GITANA
EL SILENCIO
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Ni quiero ser poeta, ni galante. ¡Sábanas blancas donde te desmayes… No conoces el sueño ni el resplandor del día.
Ya viene la noche. Golpean rayos de luna sobre el yunque de la tarde. Ya viene la noche. Un árbol grande se abriga
Detrás de las inmóviles vidrieras las muchachas juegan con sus risas… (En los pianos vacíos, arañas titiriteras.) Las muchachas hablan de sus novios
Silencio de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris,
Los arqueros oscuros a Sevilla se acercan. Guadalquivir abierto. Anchos sombreros grises, largas capas lentas.
Con todo el yeso de los malos campos eras junco de amor, jazmín mojado. Con sur y llama de los malos cielos
Verde rama exenta de ritmo y de pájaro. Eco de sollozo sin dolor ni labio. Hombre y Bosque.
Fresquísimas violas. Bandadas de rubores levantados por este don de lágrimas que enlaz… la muchedumbre de las viejecillas con la niña y el niño de mi frente…
La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime
En la noche del huerto, seis gitanas, vestidas de blanco bailan. En la noche del huerto,
¿Qué es aquello que reluce por los altos corredores? Cierra la puerta, hijo mío, acaban de dar las once. En mis ojos, sin querer,
Yo me alivié a un pino verde por ver si la divisaba, y sólo divisé el polvo del coche que la llevaba. Anda jaleo, jaleo:
Sobre el cielo negro, culebrinas amarillas. Vine a este mundo con ojos y me voy sin ellos. ¡Señor del mayor dolor!
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
El lagarto está llorando. La lagarta está llorando. El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos. Han perdido sin querer