POEMA DE LA SAETA
A FRANCISCO IGLESIAS
ARQUEROS
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El diamante de una estrella Ha rayado el hondo cielo, Pájaro de luz que quiere Escapar del universo Y huye del enorme nido
No te lleves tu recuerdo. Déjalo solo en mi pecho, temblor de blanco cerezo en el martirio de Enero. Me separa de los muertos
Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables. Cuando sale la luna,
El remanso del aire bajo la rama del eco. El remanso del agua bajo fronda de luceros. El remanso de tu boca
Vestida con mantos negros piensa que el mundo es chiquito y el corazón es inmenso. Vestida con mantos negros. Piensa que el suspiro tierno
Entre italiano y flamenco, ¿cómo cantaría aquel Silverio? La densa miel de Italia
Así te vi La joven muerta en la concha de la cama, desnuda de flor y brisa surgía en la luz perenne.
En la redonda encrucijada, seis doncellas bailan. Tres de carne
Los cien enamorados duermen para siempre bajo la tierra seca. Andalucía tiene largos caminos rojos.
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
La señorita del abanico, va por el puente del fresco río. Los caballeros
Esquilones de plata Llevan los bueyes. —¿Dónde vas, niña mía, De sol y nieve? —Voy a las margaritas
La muerte entra y sale de la taberna. Pasan caballos negros y gente siniestra
Mi sombra va silenciosa por el agua de la acecia. Por mi sombra están las ranas privadas de las estrellas. La sombra manda a mi cuerpo
Muerto se quedó en la calle con un puñal en el pecho. No lo conocía nadie. ¡Cómo temblaba el farol! Madre.