A Natalia Jiménez
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La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido
Verde rama exenta de ritmo y de pájaro. Eco de sollozo sin dolor ni labio. Hombre y Bosque.
Entre mariposas negras va una muchacha morena junto a una blanca serpiente de niebla. Tierra de luz,
La muerte entra y sale de la taberna. Pasan caballos negros y gente siniestra
Este galapaguito no tiene mare; lo parió una gitana, lo echó a la calle. No tiene mare, sí;
Mamá, yo quiero ser de plata. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá.
Los laberintos que crea el tiempo, se desvanecen. (Sólo queda el desierto.)
Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas
Viento del Este; un farol y el puñal en el corazón. La calle
Las manos de mi cariño te están bordando una capa con agremán de alhelíes y con esclavina de agua. Cuando fuiste novio mío,
Tú nunca entenderás lo que te quie… porque duermes en mí y estás dormi… Yo te oculto llorando, perseguido por una voz de penetrante acero. Norma que agita igual carne y luce…
Altas torres. Largos ríos. Hada Toma el anillo de bodas que llevaron tus abuelos.
Lo llevan puesto en mi sábana mis adelfas y mi palma. Día veintisiete de agosto con un cuchillito de oro. La cruz. ¡Y vamos andando!
Pero como el amor los saeteros están ciegos. Sobre la noche verde, las saetas,
Virgen con miriñaque, virgen de Soledad, abierta como un inmenso tulipán. En tu barco de luces