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Dulce chopo, Dulce chopo, Te has puesto De oro. Ayer estabas verde,
Cantan las siete doncellas. (Sobre el cielo un arco de ejemplos de ocaso.) Alma con siete voces
De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros
Cantan los niños En la noche quieta: ¡Arroyo claro, Fuente serena! LOS NIÑOS
El magnífico sauce de la lluvia, caía. ¡Oh la luna redonda sobre las ramas blancas!
Leonardo: ¡Calla! Novia: Desde aquí yo me iré sola. ¡Vete! ¡Quiero que te vuelvas! Leonardo:
Mamá, yo quiero ser de plata. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá.
¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero.
Los arqueros oscuros a Sevilla se acercan. Guadalquivir abierto. Anchos sombreros grises, largas capas lentas.
Ni quiero ser poeta, ni galante. ¡Sábanas blancas donde te desmayes… No conoces el sueño ni el resplandor del día.
Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne,
La rosa no buscaba la aurora: Casi eterna en su ramo buscaba otra cosa. La rosa
Bajo la adelfa sin luna estabas fea desnuda. Tu carne buscó en mi mapa el amarillo de España. Qué fea estabas, francesa,
Sobre el cielo negro, culebrinas amarillas. Vine a este mundo con ojos y me voy sin ellos. ¡Señor del mayor dolor!
La luna asoma Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables.