¡Déjala, prima! Deja que suspire
la tía: ella también tiene su pena,
y ríe alguna vez, siquiera, ¡Mira
que no te ríes hace tiempo!
Suena
de improviso tu risa alegre y sana
en la paz de la casa silenciosa
y es como si se abriese una ventana
para que entrase el sol.
¡Tu contagiosa
alegría de antes! La de entonces, esa
de cuando eras comunicativa
como una hermana buena que regresa
después de un largo viaje.
¡La expansiva
alegría de antes! Se la siente
sólo de tiempo en tiempo, en el sereno
olvidar de las cosas
¡Ah, la ausente!
Con ella se nos fue todo lo bueno.
Tú lo dijiste, prima, lo dijiste.
Por ella son estos silencios malos,
por ella todo el mundo anda así, triste,
con una pena igual, sin intervalos
bulliciosos. El patio sin rumores,
nosotros sin saber lo que nos pasa
y sus cartas muy breves y sin flores
¿Qué se habrá hecho de la risa, en casa?