Pudo ser... ¡y no fue! Tú la elegida
fuiste para ser sol de mi camino,
¡pero un oculto, despiadado sino,
sólo un instante te acercó a mi vida!
Pudo ser y no fue. La presentida
por mi eterna inquietud de peregrino
de amor, fuiste en la noche del Destino
como una vaga irradiación perdida...
En medio de la sombra y la distancia,
reconoció tu espiritual fragancia
mi corazón, pero tembló cobarde...
Y sólo un punto —como dos espadas—
se cruzaron no más nuestras miradas
para decirse: “Demasiado tarde”.