Hubo aroma de carnes femeniles,
ayes e imprecaciones de tormento,
y un bostezo de luz del firmamento
iluminó un milagro de perfiles.
Golpeó con ruido isócrono el acero
de una prora en la riba inconocida,
y escuchó la legión estremecida
el trágico ladrar de Cancerbero.
Con atributos de Censor supremo,
desde la cima de un abrupto monte,
dictaminó el castigo Triptolemo;
mientras sobre el fangal del Aqueronte,
en un esfume gris, al son del remo,
se alejaba la barca de Caronte.