Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;
Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.
Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,
y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.
Alfredo Jiménez G.
8aVano resultaría hacer un hatillo con nuestras cosas más elementales y embarcarnos hacia piélagos ignotos con el fin de alejarnos de nuestras congojas y tentaciones. Ellas nos acompañarán porque en nosotros habitan. Ernesto Noboa y Caamaño no afirma lo contrario en su bellísimo soneto, pero nos ha procurado una sublime evasión en esta tarde. Aunque no sea posible librarnos de todo cuanto nos atormenta, lo importante es viajar, ya sea en un navío o por medio de la lectura, que es una emocionante "travesía sedentaria".