Levanta a mí tu perfumada llama
y envuélveme en tu círculo de fuego.
Si el aire te acaricia con su juego,
hecho rocío el corazón te ama.
Hacia el parado tallo en que se adama
tu plenitud en éxtasis me llego;
vierto en cratera de oro vino griego
y mis sentidos visto de tu gama.
Que si al albor robaste sus rubores
y su adorable sangre a la peonía,
te lo haces perdonar en resplandores.
Silencioso doncel de melodía,
barítono del ciclo de las flores:
tu perfección es tu sabiduría.