Emil Cerda

¿Y si yo hubiese conocido a Jesús personalmente?

“Me imagino siendo uno de los doce apóstoles;
O, siendo una de las personas a su alrededor;
En fin, Él es el Sol y yo varios girasoles,
Que quieren el resplandor conmovedor.
 
“¿Y si yo fuera Judas Iscariote en un miércoles?
En horas Él siendo ganador, y yo el perdedor;
Mi alma perdida en el corredor,
Es decir: un huerto sin árboles.
 
“El castellano no solamente lo hablan los españoles;
El hospital alerta, por el virus, en Móstoles;
Luego, vi mi cuerpo en el sepulcro con gran hedor;
Ya no existía ambición para aquel emprendedor.
 
“Yo bebedor,
Y tejedor,
Pero del pecado, Él llamado «Cristo el Demoledor»;
No criticas nocivamente sin ser conocedor.
Samael quiso darme el placer como «favorecedor»,
¡Ay, por favor! Si con cada oración guardo todo en el contenedor.
 
“Yo mismo me inyecté del adormecedor,
¿Y por qué? Porque es un buen encogedor,
¿No me crees? Dale mi placer al reponedor.
 
“Andaría con Él por Prijedor;
Me arrepentiría al instante como buen desfacedor;
Sé que Él es de mi lámpara el encendedor;
Porque todo lo que tengo, Él ha sido el proveedor.
 
“Andaría con Él dando goles;
Mis emociones no necesitarían controles;
Si me emborracharía tanto por culpa de los alcoholes,
Entonces instaría a otros ayudándoles.
 
“No obligándoles;
¿Ve moles,
O bemoles?
¿Qué haces prometiéndoles
Paz, cuando de guerra tienen sus overoles?
 
“Asesinaría a los demonios con los aerosoles;
Invitaría al Maestro a mi casa a comer frijoles;
Lo amaría tanto, que dejaría entrar a los orioles
Para que vea que no ando echándoles.
 
“O como Mateo, un vendedor;
Recibir la verdad del Maestro es muy acogedor;
Lo invitaría a mi casa, al comedor:
«Maestro, ¿cómo de la Vida Eterna me hago valedor?».
 
“«Emil, escucha la parábola que le dije a los peroles
Que, conscientemente, de sus vidas eran los troles:
 
“»A los deudores, se les resuelven, pagándoles;
A los demonios, advirtiéndoles;
A los misioneros, asignándoles;
A las serpientes, pisándoles;
A los impíos, anunciándoles;
A los nuevos creyentes, enseñándoles;
A los tímidos, hablándoles;
A los que caminan lentos, esperándoles;
A los perdidos, indicándoles;
A los jóvenes, exhortándoles;
A los ateos, explicándoles;
A las adicciones, asesinándoles;
A los vencedores, reconociéndoles;
A los dudosos, manifestándoles;
A los olvidadizos, recordándoles;
A las ovejas pérdidas, persiguiéndoles;
A los rebeldes, privándoles;
A los aburridos, animándoles;
A los falsos maestros, sacándoles;
A las dificultades, superándoles;
Créeme, que el diablo quiere virar los roles;
Cuando pisas un caracol, dices: «¡Caracoles!».
En medio del parque se apagaron los faroles;
No me quites el control para que no te descontroles;
¿Entendiste la parábola, Emil de Nápoles?»”.
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