Caperuza del alma, está en lo oscuro
el lobo, donde nunca
sospecharías,
y te mira
desde su roca de miseria,
su soledad, su enorme hambre.
Tú le preguntas: ¿por qué tienes
esos ojos redondos?
Y él responde,
ciego, para mirarte
mejor, llorando.
Y en seguida
tú vuelves: las orejas,
¿por qué tan grandes?
Y él,
para escucharte, oh música
del mundo, sólo
para escucharte.
Y luego
lo demás es la sombra —indescifrable.