Yo no te olvido, aunque el tiempo me lleve al abismo,
y arrastre las horas en crueles cadenas de azar.
En medio del viento, que ulula cual canto de exilio,
tu nombre persiste, eterno, negándose a callar.
Tu voz en mi pecho resuena cual eco dormido,
y es lumbre que abraza las sombras de un cielo sin luz.
No hay piedra en el río que guarde el fulgor encendido
que encierra mi alma, cual templo que nunca se hundió.
Yo no olvidaré las caricias que fueron mi gloria,
ni el cálido abrazo que un día fundió nuestro ser.
El tiempo no puede borrar la dorada memoria
que late en mis venas y vive cual llama al nacer.
No te olvido, amor, aunque vagues en rumbos de estrellas,
aunque tus pupilas no busquen mi rostro jamás.
Eres mi infinito, mi norte, mi sueño, mi huella,
la herida que sangra dulzura, la que nunca se irá.