Anhelaba el eco callado
de labios que en fuego latían,
un roce que al alma encendía
en un mundo de sueños creado.
En la noche, la sombra y el cielo,
compañeros de íntima danza,
cubrían la piel de esperanza
bajo el velo del blanco anhelo.
Cada estrella tejía en su brillo
secretos de amor infinito,
y el aire cargado de mitos
cantaba su ardor sin sigilo.
Que el amor es un vino divino,
un néctar que quema y seduce;
y entre susurros conduce
al mortal a un dulce destino.