No me toques, te ruego, ese vals sombrío,
que trae consigo el peso de otras vidas.
En su cadencia, el alma encuentra el río
donde el tiempo devora sus heridas.
Es danza de espectros, de luces extintas,
y sus notas derraman hiel en mis venas.
Las manos que lo tocan son indistintas,
mas el eco en mi pecho deja cadenas.
Cada acorde es un filo que el aire parte,
un abismo que canta su propia ausencia.
Y yo, pobre mortal, no tengo el arte
de olvidar lo que guarda su insistencia.
Deja al vals dormir en su noche fría,
y permíteme hallar paz en otro canto,
que el vals que invocas trae melancolía,
y en su giro sin fin, mi fin levanto.