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Elideth Abreu

Una ciudad sin poetas

Platón soñó una ciudad perfecta,
de formas puras y leyes rectas,
donde la razón, con su fría luz,
apagara el fuego de la emoción.
 
Los poetas, con su lengua errante,
tejían mundos en versos de aire,
cantaban sombras, pintaban dioses,
mentían verdades y hacían voces.
 
Platón temió su arte insurrecto,
sus ficciones de dulces venenos,
su poder de encender los pechos
con la llama de sueños ajenos.
 
Pero los versos, como los ríos,
siempre encuentran su cauce oculto,
y aunque los expulsen de la polis,
seguirán vivos en cada susurro.
 
 
 
——
 
Contra Platón
 
Expulsar al poeta
es cerrar la puerta al desorden del mundo,
es negarse a ver que la ciudad
se edifica sobre dudas y cantos,
sobre el temblor del hombre
que no sabe,
pero inventa.
 
Platón quiso borrar las sombras,
dibujar la polis con líneas limpias,
como si la justicia fuera una estatua
y no un río que se tuerce en la tierra.
 
Pero la ciudad es un poema mal escrito,
un verso que se desborda en los márgenes,
una metáfora que se escapa
de los labios del pueblo
cuando grita su hambre
o su furia.
 
Los poetas no somos el peligro,
somos la grieta por donde entra el aire,
el espejo que devuelve el rostro
a quienes el poder ha querido
dejar sin reflejo.
 
Que nos expulsen si quieren.
Seguiremos cantando,
porque la ciudad no es de Platón,
ni de los reyes,
ni de los sabios.
La ciudad es del lenguaje
que se alza como un puño
cuando intentan callarlo.

Lejos de promover la racionalidad, la poesía despertaba pasiones; reemplazaba la certeza del saber (que para el filósofo rey era poder) por las veleidades de la inspiración

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