Se mecen los sauces en la brisa callada,
como cartas sin rumbo, como sombra olvidada.
La luna se asoma con su rayo de plata,
y en el río dormido tu voz se retrata.
Tu nombre es un eco que cruza los vientos,
lo traen las golondrinas en sus movimientos.
Es canto y es lumbre, es tibia plegaria,
la flor que renace cuando el alba estalla.
Yo guardo en mi pecho la tinta y la herida,
los versos que un día fueron despedida.
Mas vuelve la tarde con su luz encendida,
y en ella tus ojos... refugio y vida.