Tú, la Rosa, y Yo, el Espejo
Tú, la Rosa, exquisita y fragante,
floreciendo radiante en tu jardín,
yo, el Espejo, pulido y brillante,
reflejando tu imagen sin fin.
Tú, la flor de corola encarnada,
que con su belleza cautivas al sol,
yo, la superficie lisa y calmada,
donde tu imagen cobra su rol.
Tú, la Rosa, de pétalos sedosos,
que desprendes aromas divinos,
yo, el Espejo, testigo silencioso
de tus encantos, tan puros y finos.
Tú, la Rosa, efímera y delicada,
que pronto habrás de marchitarte y morir,
yo, el Espejo, perdurable y calmada,
donde tu esplendor podrá revivir.
Tú, la Rosa, único en tu especie,
irrepetible en tu celestial diseño,
yo, el Espejo, que fielmente te aprecie
y te devuelva tu glorioso sueño.
Tú, la Rosa, digna de ser cantada
por los poetas en sus más bellas rimas,
yo, el Espejo, que te veo elevada
y a tu belleza perpetuamente animo.
Juntos, la Rosa y el Espejo,
somos el reflejo de lo eterno y fugaz,
la unión del brillo y la sombra, el espejo
que refleja la belleza y la eternidad.
