Se quiebran las nubes de luz desbordada,
el cielo susurra su lenta agonía;
los montes se alzan en calma dorada,
la sombra se cierne cual fiel melodía.
El aire es un canto que roza en la brisa,
los ojos se inundan de tonos cambiantes;
la tarde, dormida, su aliento desliza,
y en su último latido nos vuelve vibrantes.
En este crepúsculo, todo es eterno,
lo fugaz y lo inmenso se funden al paso.
Durmamos, que la noche, cual sueño materno,
nos guarda su verdad en un místico abrazo.