En mi pecho anidan sueños errantes,
pájaros inquietos de un cielo lejano,
vuelan sin rumbo, buscan instantes,
ecos dormidos de un tiempo cercano.
Sus alas trazan memorias dispersas,
latidos que el viento se quiso llevar,
pero en su canto resuenan promesas,
huellas que nunca dejaron de estar.
Déjalos ir, que el viento es testigo,
de vuelos que duelen, de nubes que pesan,
algún horizonte me espera sin ruido,
donde las alas descansan y besan.
Puede que no comprendas este vuelo errante,
ni la brisa tenue que lo vio nacer,
pues en cada pluma danza un instante,
un susurro eterno que vuelve a llover.
Tal vez no te alcance mi risa serena,
ni el vaivén callado de lo que soñé,
pero aún persisten, ligeras y ajenas,
aquellas gaviotas de mi ayer.