Despierta la alborada con tímida ternura,
y el alba va pintando la bóveda de oro,
los pétalos se abren, sin prisa y sin decoro,
mecidos por el viento de dulce compostura.
En céfiro discreto susurra la llanura,
la brisa va tejiendo su canto leve y coro,
se filtran entre ramas los rayos sin aforo,
y el campo reverbera de luz y de hermosura.
Los ríos van cantando su eterna sinfonía,
reflejan en sus aguas la danza de las nubes,
y el eco de la tierra responde en melodía.
Oh, dulce amanecer, que en alma ya te subes,
despiertas con tu encanto la eterna poesía,
y en versos encendidos mis sueños y querubes.