Sinfonia Celestial
En el pentagrama danzan notas de fuego,
acordes que susurran versos al viento,
la música, un torrente de anhelos y desvelos.
En el compás se enredan sueños y lamentos,
la melodía, cual río que fluye sin cesar,
entrelaza susurros, suspiros y tormentos.
El piano, con sus teclas de marfil y ébano,
es un poeta que escribe con sus dedos,
versos que acarician el alma en cada arpegio.
La guitarra, cual ave de plumaje dorado,
despliega sus alas y canta al universo,
sus cuerdas, hilos de pasión y desenfado.
El violín, con su arco de arco iris y luna,
susurra secretos en notas suspendidas,
un torrente de emociones en cada cuerda.
Y en cada nota hay un eco de esperanza,
un suspiro que alivia las penas del corazón,
la música, un bálsamo que nos abraza.
En sinfonía celestial, el alma se eleva,
acompasando sus latidos con la melodía,
un baile etéreo que al espíritu renueva.
La música, un lenguaje universal y eterno,
que trasciende barreras, une a la humanidad,
un susurro divino, un regalo del cielo.
