Cada noche, cuando el alba duerme,
mis versos despiertan en tu cuerpo.
Un roce tibio en la penumbra
se enreda en la cadencia de tu aliento.
Te miro, envuelta en sombras líquidas,
tus manos aún rezuman el agua
que resbala lenta por tu espalda
como un eco de mis pensamientos.
Murmullo palabras sin final,
metáforas que se quiebran en tu boca,
y en el vaivén de nuestra danza muda
el poema se escribe sobre tu piel.