En la penumbra de la fe resplandece,
un faro eterno de amor divino,
en el silencio, la voz que ofrece
la paz del alma, el camino.
Oh, Sagrado, en Ti mi ser se halla,
en la fragancia de la oración,
como el río que al mar no falla,
en busca de su redención.
La vida es un laberinto incierto,
donde la razón se quiebra y danza,
mas en el corazón, un puerto,
donde la esperanza nunca se lanza.
Con manos limpias y mirada clara,
camino firme en la senda estrecha,
pues la verdad, que nunca se para,
es luz que el temor despecha.
En la comunión de almas en pena,
en el abrazo del hermano,
se encuentra el eco de la serena
promesa de un mundo más humano.
Así, en la sombra, el alma se eleva,
y en el misterio de lo eterno,
mi corazón, en fe, se atreva
a tocar el cielo en lo tierno.
Amén, que en cada paso, en cada día,
la luz divina nos guíe a unir
nuestros destinos en la armonía,
donde el amor siempre ha de existir.