Renunciando a lo Mundano
Adiós, mundanos honores,
riquezas y vanidades,
que sólo traéis dolores
y efímeras claridades.
Adiós, ambición y gloria,
que encendéis la mente humana
con fuego que en la memoria
deja ceniza liviana.
Adiós, placeres sensuales
que al cuerpo dais transitorio
gozo, pero son raudales
que llevan al purgatorio.
Adiós, pasiones mundanas
que al alma tenéis sujeta
en cadenas inhumanas,
sin dejarla ser perfeta.
Adiós, cuanto en este mundo
codicia el hombre ambicioso,
que sólo dais un profundo
hastío y pesar penoso.
Yo quiero buscar la fuente
de la eterna y pura vida,
donde el alma esté latente
y de Dios sea nutrida.
Allí, lejos de este suelo
hallaré la paz divina
que al espíritu da el cielo
cuando al mortal se declina.
