Hoy me he detenido en la orilla
de este día que no sabe a nada,
como si el tiempo se hubiera vuelto
una página en blanco,
sin viento, sin sal,
sin nombre.
Pero tu voz es un faro,
una grieta de luz
en la espalda del mundo.
Me acerco, tropiezo,
y en tu latido
encuentro refugio.
La noche me observa,
pero ya no me pesa.
Hoy duermo
en la certeza de que existes.