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Elideth Abreu

Prosa con las palabras de Rosalía de Castro:

“Lo que siempre me conmovió fue las innumerables cuitas de nuestras mujeres, amorosas criaturas con propios y extraños, llenas de sentimiento, tan esforzadas de cuerpo como blandas de corazón y también tan desdichadas que se dijeran nacidas sólo para soportar cuantas fatigas puedan afligir a la parte más débil y sencilla de la humanidad”.

Las palabras de Rosalía de Castro emergen como un lamento tejido en la bruma de los días, como un eco de esas mujeres que cargaron el peso del mundo sobre sus hombros, sin más recompensa que el sacrificio silenciado.

Ella, con su mirada honda y su pluma de sangre y verdad, supo ver en ellas la esencia misma de la humanidad herida: criaturas de amor infinito, tiernas en su sentir y firmes en su resistencia, hechas de la misma sustancia que la lluvia que fecunda y el viento que azota.

Las vio en los campos, dobladas sobre la tierra que no les pertenecía, con las manos agrietadas de tanto dar, de tanto sembrar para otros. Las vio en las puertas de las casas, esperando la sombra de quienes partieron sin promesas de regreso. Las vio en los caminos, con el luto prendido en el pecho, con los ojos bañados en nostalgia, con el alma hecha de renuncias y ausencias.

En su dolor había algo sagrado, algo que el mundo nunca supo devolverles: el derecho a la alegría, a la esperanza sin condición, a la vida sin peso. Y Rosalía, con el fuego de quien no quiere que se olviden los nombres ni los rostros, les dio voz. Su poesía es su llanto, su historia, su verdad hecha verso.

Porque esas mujeres no nacieron para el sufrimiento, aunque la historia haya querido condenarlas a él. Y su grito, que en la época de Rosalía era un murmullo ahogado, aún resuena en cada palabra suya, en cada alma que se niega a aceptar la injusticia como destino.

Piaciuto o affrontato da...
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