En la senda de la vida, donde el destino traza,
Hay quienes caminan pobres, pero con la frente alta.
Aunque el dinero no abunde, su espíritu no se doblega,
Pues llevan en su pecho una esperanza ciega.
Sus ropas pueden estar gastadas y su hogar humilde,
Pero sus corazones arden con un fuego indecible.
La pobreza no los define, ni los hace inferiores,
Porque en su ser reside un valor que los hace señores.
Aunque el hambre apriete a veces y el frío los congele,
Su dignidad permanece intacta, como un roble.
No piden limosna, ni se humillan ante nadie,
Porque su riqueza verdadera está en su alma noble.
Trabajan con esfuerzo, aunque la paga sea escasa,
Y afrontan cada día con una sonrisa en la cara.
Saben que la felicidad no se mide en oro,
Sino en el amor, la familia y el cariño que atesoran.
Pueden dormir en el suelo, pero sus sueños vuelan alto,
Y su esperanza es un faro que ilumina su salto.
No se rinden ante las adversidades,
Porque saben que dentro de ellos hay una fuerza que los invade.
Pobre, pero no abandonado, así viven su existencia,
Con la frente en alto y una fe que no se quiebra.
Porque la verdadera riqueza no está en las posesiones,
Sino en el espíritu indomable que llevan en sus corazones.