De mapas, relojes y listas sin fin,
la estrategia comienza con un café sin azúcar,
papeles que gritan un plan clandestino,
y en mi libreta, la locura se anota en cursiva.
Cincuenta colores para los marcadores,
con flechas y notas que apenas se entienden,
aquí va el lunes, ¡cuidado los errores!
Cada paso calculado, y que nada sorprenda.
Con precisión de un reloj suizo roto,
diagramo mi vida, minuto por minuto,
que si la cena, que si el pastel y la foto,
y el perro pasea con su ruta en un bruto.
Comparado a esto, Normandía fue un juego,
ni Eisenhower soñó con tanto detalle.
Yo tengo un Excel que no deja ni un hueco,
ni un respiro, ni un punto que falle.
Pero mientras planeo el más mínimo paso,
la vida me observa con cierto sarcasmo.
Porque al final, lo que importa en el caso,
es el caos perfecto, y no el organigrama.
Hoy pliego mis mapas con risa sincera,
y dejo que el viento me lleve en su brisa.
El mejor de los planes, aunque mi alma quiera,
es vivir lo inesperado con una sonrisa.