En el corazón del invierno profundo,
un abeto azul guarda historias del mundo,
sus ramas se alzan al cielo estrellado,
custodio del tiempo, sereno y callado.
Sus hojas susurran un canto de nieve,
un himno de invierno que nunca se quiebre.
Estandarte de montes, orgullo del frío,
su tronco erguido es poema escondido.
Guardó mil inviernos, secretos de bruma,
las risas que danzan al pie de la luna.
Espejo de estrellas, corona del viento,
refugio en la noche, farol del momento.
Bajo su sombra, el tiempo respira,
la calma renace, la prisa se expira.
El abeto azul, en su abrazo profundo,
te lleva al origen, te aleja del mundo.
Y en noches de invierno, su espíritu canta,
un eco de siglos que nunca se espanta.
Abeto azul, guardián de la calma,
sus raíces son versos que tocan el alma.
Ahi permanece, eterno y sereno,
como un faro de vida en un mundo terreno.
El abeto azul, en su azul infinito,
es poema del bosque, tan puro, tan bendito.