Ojo sin párpado,
abierto en un instante eterno,
vigilia sin descanso
que penetra lo indecible.
Te desnudas ante el abismo,
curvando los límites del ser,
devoras lo ajeno,
te haces otro
sin perder el reflejo.
Miras y eres mirado,
un destello suspendido
en la fractura del tiempo.
La otredad te abraza
como piel que no es tuya,
como sombra que te habita.
Ojo perpetuo,
sin párpado, sin tregua,
¿dónde termina tu hambre?
¿Dónde empieza el límite
de lo que llamamos yo?
Y así sigues,
vagando en la transparencia
de lo que nunca se encuentra,
siendo lo que no eres
y soñando lo que serás.