Oh, divina musa de la inspiración,
que en el alma del poeta te posas,
como un susurro de eternas rosas,
trayendo consigo la revelación.
En tus alas de luz y de misterio,
se forja el verso que al corazón llega,
y en cada estrofa, el alma se entrega,
en un vínculo sagrado y serio.
Entre el poeta y el lector se teje,
una conexión que trasciende lo mortal,
pues la poesía es un puente inmortal,
que el tiempo y el espacio no doblegue.
Oh, musa etérea, guía de la pluma,
que en la mente siembras mil estrellas,
y en el papel, como mágicas huellas,
dejas un rastro que el alma suma.
Cuando el poeta en tu seno se inspira,
y el lector en el verso se sumerge,
una danza de espíritus se emerge,
en un abrazo que nunca expira.
Tus dones, musa, son el lazo eterno,
que une a dos almas en un solo canto,
y en la poesía encuentran el encanto,
que desafía al olvido y al invierno.
Por ti, las palabras cobran vida,
y en el lector despiertan la emoción,
de un sentimiento, una visión,
que en el alma queda esculpida.
Oh, musa de la inspiración divina,
que el poeta y el lector bendices,
en tu luz, ambos se hacen felices,
y en la poesía, el amor germina.
Gracias a ti, musa celestial,
el verso se convierte en puente,
y en cada línea, un alma siente,
que la poesía es un bien universal.