Te lavé los calzones rotos,
te curé la cruda y la flojera,
y tú, en pago a mis desvelos,
te fuiste con la taquera.
No tienes ni dónde caerte,
pero te crees muy galán,
con tu pecho de pollo flaco
y tu aliento a mezcal.
Yo, que te subí el ego al cielo,
y tú, bajándome al infierno,
me cambiaste por un plato
de tacos fríos y cuernos.
No vuelvas ni de visita,
ni en sueños ni en borrachera,
que aquí se cerró la fonda
y se quemó la cazuela.