Nación sin Diseñar
Somos frontera sin mapa,
tierra sin margen,
un verbo que no busca tiempo,
sino espacio.
Aquí, en la orilla de tu voz y la mía,
el aire funda banderas invisibles
y se extiende una nación sin himnos.
No somos más que nosotros,
un nosotros que basta,
un puente tendido entre miradas
sin peajes ni aduanas,
con puertos abiertos en la piel.
Todo comienza y termina en los ojos,
en ese temblor que inaugura ciudades
cuando nos nombramos en silencio.
Tu latido es mi mar,
mi respiración tu montaña.
Brotan selvas de promesas
en cada roce de palabras,
y las lluvias no anuncian despedidas,
solo los ciclos que germinan el tacto.
Somos dos,
pero no sabemos ser sino uno,
como dos ríos que olvidan su origen
al llegar al mismo océano.
No hay bandos en esta guerra de ternura,
solo pactos tácitos en la noche,
y fronteras que se disuelven
como huellas bajo la marea.
El idioma que hablamos
no tiene gramática ni normas,
solo el acento de los cuerpos
y la sintaxis del deseo.
Nos basta un país de piel y sueños,
sin capital ni periferia.
Somos una nación sin diseños,
sin más bandera que el abrazo,
sin más ley que el amar
como si el tiempo no existiera.
