Musa de fuego
La musa roja danza en la penumbra,
y sus cabellos arden como fuego.
Sus ojos, dos lunas que se deslizan,
miran al poeta desde el abismo.
Entre sombras y luces, ella se mueve,
como un eco lejano de antiguos deseos.
Su aliento, un susurro que marca el ritmo
de una pasión que nunca se apaga.
La musa roja no conoce fronteras,
su cuerpo es un verso, su alma un secreto.
En su piel se graban los versos perdidos
que el poeta jamás pudo encontrar.
Y al final, su risa se convierte en viento,
y la musa roja se pierde en el silencio,
pero su presencia persiste en el alma,
como un fuego que arde, eterno y profundo.
