Mi reto es que la verdad devore la mentira,
que arrase su castillo de sombras sin honor.
Que quiebre sus cimientos, que en su furia la expira,
y esculpa su epitafio con sangre y con ardor.
No temo a los profetas que venden su veneno,
ni al mito que en su manto oculta la traición.
Yo vengo con la furia del trueno más obsceno,
que estalla y pulveriza su falsa construcción.
Que arda su corona, que su oro se ennegrezca,
que tiemblen los altares que forjan su prisión.
Que el miedo le retuerza la voz hasta que enmudezca,
y sienta en su garganta el peso del perdón.
Si el mito se resiste con gritos y falacias,
si alienta en su miseria un eco de esplendor,
será mi lengua fuego que abrasa sus audacias,
y el alba su sentencia de muerte y de dolor.