Mi primera manzana, dulce y jugosa,
Llevaba un nombre que me hizo dudar:
‘¿Quién eres?’, pregunté con voz curiosa,
Mientras su aroma me hacía suspirar.
Su piel era roja, brillante como el sol,
Y su interior blanco, puro como la nieve.
Cada mordisco era un placer sin igual,
Que llenaba mi alma y hacía que me eleve.
‘¿Quién eres?’, volví a preguntar con anhelo,
Pues quería conocer su verdadero ser.
¿Acaso eras un fruto del cielo,
Enviado para mi deleite a conocer?
Con cada bocado, una respuesta encontraba,
En su sabor, en su textura y su aroma.
‘Soy la dulzura que el mundo anhelaba’,
‘Soy el fruto que alegra el alma y la doma’.
Y así, mi primera manzana, 'Quién eres’,
Se convirtió en mi compañera fiel.
En ella encontré consuelo y placeres,
Y su recuerdo guardo como un preciado arancel.