El mantel de siempre,
con su leve quemadura de otra tarde.
Platos hondos, cucharas
y la voz de la abuela
repartiendo sopa y recuerdos.
Fuera el aire inclina los chopos,
una luz dorada lame los bordes de la casa.
Adentro, el humo de la sopa
se enreda con las risas
y la tibia certeza
de que aquí,
por un rato,
todo permanece.