Entre las grietas del tiempo,
las palabras se alzan como ruinas vivas,
memoria escrita en sombras
sobre la piel herida de la historia.
El dolor es un trazo en el aire,
un eco que se niega a desvanecerse,
pero en su herida resplandece la luz,
como una flor que nace en la ceniza.
Los versos son cicatrices que hablan,
narran lo que fue arrancado
y lo que persiste,
insisten en la urgencia de lo imposible.
Porque la utopía no es solo un sueño,
sino un mapa dibujado en los márgenes,
un fuego que resiste la lluvia,
un cuerpo que danza en la tormenta.
Cada palabra es un hilo
en el tejido de lo que vendrá,
una grieta luminosa
donde el mañana se abre paso.