Me he alejado tanto de mí mismo
que en mi sombra ya no me reconozco,
soy un eco que se apaga y, a su vez,
el silencio que, al nombrarme, desconozco.
He seguido caminos sin destino,
persiguiendo espejismos en el viento,
y ahora, en este andar sin voz ni aliento,
solo encuentro fragmentos de mi sino.
La memoria me engaña con sus trazos,
dibuja rostros que nunca han sido míos,
y mis pasos se pierden, siempre escasos.
Busco en cada verso los desvíos
que me lleven al borde de mis lazos,
donde habite el final de los vacíos.