Tu mirada, candil de la mañana,
enciende el corazón que por ti vive,
y el alma en su suspiro se derrama.
En tus labios se esconde la esperanza,
dulce flor que a mi sed todo lo otorga;
su néctar, el consuelo que me alcanza.
Si tu voz en el aire se desliza,
las estrellas murmuran su fulgor,
y mi pecho, de amor, se cristaliza.
Oh, mi cielo, delicia tan divina,
¿qué misterio conjuras en tu esencia
que me pierdo en tu luz como un cometa?