I
Luna de Xelajú, tan pura y tan alta,
que en cielos de octubre te alzas sin fin;
tu brillo ilumina, sereno, resalta,
los cerros dormidos y el viejo jardín.
II
Tu luz se desliza sobre el quetzal,
y en el aire fresco tu sombra se extiende;
Xelajú suspira, de esencia ancestral,
mientras tú la miras, mientras tú la entiendes.
III
Eres para el pueblo un verso y consuelo,
un canto escondido en la noche azul;
luna de memorias, luna de cielo,
que guarda en su encanto la paz y el tul.
IV
Brillas en la pena, brillas en la risa,
en los labios dulces de aquel que cantó;
eres la leyenda, eres la sonrisa
del que aún te recuerda y no te olvidó.
V
Luna de Xelajú, testigo y amiga,
que escuchas secretos de amor y dolor;
las voces se enredan, la vida se abriga
bajo tu destello de eterno fulgor.
VI
Y aunque el tiempo pase, aunque cambie el suelo,
serás para siempre un faro, un hogar;
luna de Xelajú, en tu blanco cielo,
el pueblo te sueña, te vuelve a cantar.