Bajo la luna se acuna mi pena,
flotando en las sombras que pinta la brisa,
siguiendo el murmullo que el viento desliza
en noches calladas de plata y arena.
Respiro su aroma, lo llevo en mis venas,
y siento que enciende su luz infinita,
me envuelve en sus brazos, su amor resucita,
y bebo su esencia de miel y azucena.
Qué suaves sentires que pueblan la mente,
qué frágil la vida, qué cruel el destino,
si nunca lo encuentro, si no va conmigo.
Mas siempre en la noche, su voz en mi frente,
me llama, me pide que cruce el camino,
y en mi soledad su ternura persigo.