Puñados de perlas llueven a chorros
sobre un techo de plata bruñida,
susurros de luna en ríos sonoros
tejiendo en la noche su danza escondida.
Cada gota estalla, su canto es eterno,
latido del cielo en un eco fugaz,
destellos de alba se cuelan al viento,
hilando reflejos de un sueño audaz.
Y el techo de plata, mudo y paciente,
recibe la lluvia en su dulce vaivén,
susurra secretos en notas ardientes
que el alma recoge sin comprender.