La flaca muerte, con su sonrisa eterna,
por las calles de México desfila.
A ricos y pobres por igual perfila,
pues ante ella, toda vida esterna.
Con su guadaña, la muy picarona,
al político corrupto señala:
“¡Ay, señor! Su tiempo se acaba,
ni su dinero ni poder lo abona”.
El burócrata, el obrero y el patrón,
todos bailan al son de sus huesos.
La Catrina los mira con sus besos,
igualando al pobre y al mandamás ladrón.
Que tiemblen los que abusan del poder,
pues la muerte no conoce de clases.
En su baile macabro, sin disfraces,
a todos por igual ha de barrer.